CARTAS PAULINAS

  1. Contexto histórico y misional de las cartas: El ministerio apostólico
  2. Cristología y soteriología
  3. Escatología paulina

7.1. CONTEXTO HISTÓRICO Y MISIONAL DE LAS CARTAS. EL MINISTERIO APOSTÓLICO
El perseguidor: Sobre la fecha de su nacimiento no hay datos precisos pero debió de nacer hacia el año 10 de nuestra Era, puesto que en el año 34, cuando fue martirizado Esteban, Saulo era joven (Hch 7, 58). En el año 58, al regreso de su tercer viaje, en la explanada del Templo de Jerusalén el mismo Pablo comenta que había nacido en Tarso de Cilicia (Hch 22, 3) y posiblemente de su primera instrucción en su ciudad natal le viene el dominio del griego. Saulo aprendió el oficio de tejedor (Hch 18, 3) que era el más corriente en Tarso.
Por haber nacido en Tarso era ciudadano romano (Hch 22, 27), ya que a sus habitantes Augusto les había otorgado el privilegio de la ciudadanía romana. A los 15 años fue a Jerusalén a emprender la carrera de rabino estudiando en la escuela de Rabbán Gamaliel ha-Zaquem (Hch 22, 3), donde adquirió su conocimiento de las Escrituras que mostrará a lo largo de su epistolario. Saulo reconoce que estaba presente en el martirio de Esteban (Hch 22, 20) y se califica como perseguidor de los cristianos (Fil 3, 3-9).
El convertido: Hay tres relatos de la conversión de Saulo (Hch 9, 1-9; 22, 1-6; 26, 218) que no deben ser interpretados en clave historicista, como si Pablo hubiera tenido realmente una aparición del Resucitado. Hay que leerlos en clave teológica, descubriendo en ellos el encuentro fulgurante de Cristo con Saulo mediante la fe.
Se suele situar la conversión de Pablo hacia el año 36 y, recién bautizado, decide predicar a Jesús en las sinagogas (Hch 9, 19-22). Pronto es perseguido y debe huir de Damasco descolgado de noche por la muralla (Hch 9, 23-25). Luego sube a Jerusalén donde los discípulos no se fiaban de él y hubo de avalarlo Bernabé (Gal 1, 18).
Bernabé y Pablo van a Antioquia y allí trabajan juntos (Hch 11, 19-26). se calcula que Pablo llega a la ciudad del Orontes en el año 46. Antioquia fue la pionera en muchas cosas: la primera en admitir masivamente a paganos, la primera en llamar cristianos a los seguidores de Jesús, la primera donde hay una controversia doctrinal y la primera comunidad misionera que promueve los viajes de Pablo.
El primer viaje (Hch 13-14): El primer viaje tiene lugar entre los años 46 y 48 (Hch 13-14). Los elegidos son Bernabé y Pablo, que se llevan como ayudante a Juan-Marcos, primo del primero (13, 1ss). Partiendo de Antioquia se embarcan en Seleucia y se dirigen a Chipre (13, 4). Atraviesan de parte a parte la isla y convierten al procónsul Sergio Saulo (13, 6-12). Luego saltan a Antioquia de Pisidia donde en su sinagoga Pablo tiene una discusión que Lucas reproduce con alguna extensión como paradigma de la predicación cristiana a auditorio de judíos (13, 16-41).
Abandonan la ciudad y van a Iconio (14, 1-7) y luego a Lystra donde ocurre la curación por Pablo de un cojo de nacimiento; este hecho hizo creer a los naturales que se repetía la leyenda frigia según la cual Zeus y Hermes se habían hecho visibles pidiendo hospedaje. Los misioneros lo rechazan y dan un breve discursos que es esquema de los principales temas de predicación a los gentiles. Judíos provenientes de Antioquia de Pisidia apedrean a Pablo dándolo por muerto. Luego a través de Debe regresan a Antioquia de Siria (14, 20-26).
El concilio de Jerusalén (Hch 15): De regreso a Antioquia surgió en la ciudad del Orontes el problema de los judaizantes. Tras violenta discusión con ellos, Pablo y Bernabé decidieron subir a Jerusalén para aclarar la cuestión con los Apóstoles (15, 115). Como resultado se confeccionó un decreto en el que se eximía a los paganos convertidos de la obligación de someterse a la circuncisión y demás preceptos mosaicos. Este concilio se sitúa en torno al año 50.
Segundo viaje (Hch 15, 36-18, 22): Es el viaje de mayor importancia y se desarrolla entre los años 49 y 52. Pablo, acompañado por Silas recorrió el anterior periplo en el Asia Menor (15, 3640), atravesando Siria y Cilicia y llegando a Derbe donde se le unió Gayo (20, 4) y a Lystra donde se incorporó Timoteo (16, 1-3).
Atraviesan Frigia y Galacia para recalar-en Tróade donde se le une el médico antioqueno Lusas. Animados por la llamada de Europa llegan a Filipos donde el primer sábado comenzaron a hablar a la concurrencia, un grupo de mujeres piadosas, una de las cuales llamada Lydia, simpatizó con la nueva doctrina y los hospedó en su casa (16, 1115) durante algunos meses. Allí curan a una esclava por lo que son encarcelados (16, 16-24) y posteriormente liberados por un terremoto que abrió de par en par las puertas de la cárcel.
Luego llegan a Tesalónica donde predicaron por espacio de tres sábados en la sinagoga y a los gentiles. Entre los convertidos está un tal Aristarco (Hch 20, 4). Los judíos alborotaron a la plebe y Pablo y Silas huyeron a Berea.
Tras una breve estancia en Berea, Pablo llega solo a Atenas donde en el ágora dirige un discurso, cuyo resumen nos ofrece Lucas (17, 22-31) como paradigma de catequesis a los paganos cultos. Cualquier impacto favorable que pudieran haber producido sus palabras anteriores se vino abajo por el simple hecho de mencionar la resurrección. Sólo Dionisio el Areopagita y una mujer llamada Dámaris son los convertidos (17, 34).
De Atenas viaja a Corinto donde estuvo cerca de dos años (50-52) y donde se asoció al matrimonio Aquila y Priscila en el ejercicio del oficio de tejedor de lonas (18, 1-3). Allí se convirtió el jefe de la sinagoga con su familia (18, 4-8) y donde llegó a reunir una comunidad muy numerosa. No pudo escapar a la persecución de los judíos y tras pasar por Chencreas y Éfeso emprende viaje a Jerusalén.
Tercer viaje (Hch 18, 23-21, 16): Es el más largo puesto que dura del 53 al 58. Visita las anteriores comunidades de Galacia y Frigia y se establece en Éfeso por espacio de dos años y medio. Catequiza a los discípulos de Juan (19, 1-7) y predica durante tres meses en la sinagoga para luego abrirse a los gentiles; alquila, para ello, el edificio de un tal Tyrano (19, 8-10). El motín de los plateros precipita su salida de la ciudad, ya que su predicación amenazaba con destruir el culto a Artemisa.
En el año 57 llega a Filipos donde encuentra a Tito. De allí pasa a predicar a Ilírico (Rom 15, 19) y luego a Corinto y más tarde otra vez a Filipos.
Después de los días de los ázimos del año 58 navegan de Neápolis a Tróade donde se extendió más de la cuenta en la homilía y un muchacho que le escuchaba sentado en la barandilla de la escalera se durmió durante el sermón, cayó hacia fuera al suelo y murió en el acto. Pablo lo resucitó (20, 7-12).
El cautiverio: Llegado a Jerusalén (21, 1-19), los judíos venidos de Asia alborotaron contra él y fue hecho prisionero por el tribuno. Cuando éste intentó azotarlo, el Apóstol esgrimió su condición de ciudadano romano (22, 22-29), por lo que es enviado a Cesárea donde reside el procurador romano Antonio Félix (23, 23-35), que lo mantuvo en la cárcel hasta el año 60 esperando que le diera dinero.
El siguiente procurador, Porcio Festo, lo envía a Roma bajo custodia militar pero con permiso para hospedarse en una casa particular hasta el juicio de apelación. La tradición lo sitúa cerca de los almacenes del puerto del Tiber. La sentencia le fue favorable y recobró la libertad.
Los últimos años: Son bastante oscuros. En Rom 15, 23-28 se anuncia su proyecto de venir a España, lo cual habría sido durante el año 63. Si se realizó tuvo que durar muy poco puesto el 18 de julio del 64 tuvo lugar el incendio de Roma por Nerón que sirvió de pretexto para la primera persecución sangrienta contra los cristianos.
En último viaje visita Creta y Éfeso, Mileto y Tróade.
La tradición lo pone en la cárcel Mamertina junto a Pedro. Luego muere decapitado en la región pantanosa donde hoy se alza la Iglesia della Tre Fontane en memoria de las tres fuentes que según la leyenda brotaron a cada uno de los tres botes que la cabeza del Apóstol dio al rodar por la pendiente. Sus restos fueron trasladados a una villa cerca de Vía Ostiende donde hoy se levanta la Basílica de San Pablo Extramuros.
7.2. CRISTOLOGÍA Y SOTERIOLOGÍA
7.2.1.El amor divino en la raíz del misterio redentor
La teología en los escritos de Pablo no forma un tratado sistemático y presuponen una instrucción básica en el kerigma y en la catequesis cristiana.
Cuando Pablo concluye la II Cor lo hace con esta fórmula: “la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo sea con vosotros” (13, 13). Es posible que la acuñación de esta síntesis trinitaria sea prepaulina, pero ella expresa admirablemente la dimensión trinitaria de la Salvación. Podemos pues afirmar que la teología paulina tiene como punto de origen el misterio mismo de Dios.
En Gal 4, 4 observamos como es Dios el que envía a su Hijo (Encarnación) y al Espíritu Santo (Don). En el principio está la justicia de Dios que es voluntad salvadora, es amor misericordioso que llama al pecador y le ofrece el perdón en la Cruz de su Hijo, nuevo propiciatorio donde se hace presente el Dios perdonador. En Ef 2, 4-5 vuelve a remarcarse la iniciativa del Padre en el proceso salvífico. Es el Padre quien está en el origen de todo el proceso salvífico y también es Él el término o meta donde culmina la obra redentora.
7.2.2. El acontecimiento salvífico realizado en Cristo
Cristo es el centro de la teología paulina. Dios es el Padre de Nuestro Señor Jesucristo (II Cor 1, 3) y el Espíritu es Espíritu de su Hijo (Gal 4, 6).
Los tres momentos estelares de la salvación en Cristo son:
  1. + La Encarnación: Es el abajamiento, el compartir nuestra condición (Fil 2, 6)
  2. + La muerte redentora: Cristo es el que murió por nuestros pecados (Rom 4, 25), el qué se hizo obediente hasta la muerte (Fil, 2, 6), el que se ofreció a sí mismo como víctima propiciatoria por su sangre (Rom 3, 21), etc. por ello, la predicación es predicación de la Cruz (I Cor 1, 23).
  3. + La Resurrección: Cristo resucita para nuestra justificación (Rom 4, 25). Si Cristo resucitó no es vana nuestra predicación (I Cor 15, 14).
7.2.3. Líneas fundamentales de la cristología paulina
1- Cristo es de condición divina (Fil 2, 6ss). Esta condición divina se expresa en el concepto de imagen (Col 1, 15) y en la participación en la obra creadora (Col 1, 16).
2- El título de Hijo de Dios que se entiende en su más profundo sentido.
3- La Encarnación que es el gran misterio. El que era de condición divina se humillo hasta tomar forma de esclavo haciéndose semejante a los hombres (Fil 2, 6ss).
4- Jesucristo es el Mesías, el Cristo, el anunciado en las Escrituras.
5- Pablo no nos ha transmitido informaciones sobre el ministerio público de Jesús, ello no significa que no le interesara.
6- Para Pablo la muerte en cruz de Cristo es el acto supremo de amor (Rom 5, 8) donde la humanidad pecadora es reconciliada con Dios (Rom 4, 25). La Cruz es el gran trofeo con el que Cristo vence a sus enemigos (Col 2, 15) y el instrumento mediante el cual se separa la muralla que separa a judíos y gentiles (Ef 2, 4-14)
7- La resurrección de Cristo es la proclamación apostólica fundamental (I Cor 15, l ss) ya que es su exaltación por Dios.
8- Cristo es la cabeza del Cuerpo Místico, es el que distribuye la energía divina de la gracia a todos los miembros de la Iglesia. Cristo es el esposo que ha limpiado y purificado a su Iglesia con el baño del bautismo y la nutre como a cuerpo suyo especialmente con la eucaristía.
9- Todos los bienes de la salvación y la redención nos han llegado por Cristo.
7.2.4. La justificación por la fe
Para Pablo, Jesucristo es el centro de la salvación y, precisamente, Jesucristo encarnado, muerto por nuestro pecados y resucitado para nuestra justificación (Rom 4, 25). Para el Apóstol, la justificación es en primer lugar el acto por el que Dios nos reconcilió consigo por el sacrificio expiatorio de su Hijo (Rom 3, 21 ss). Simultáneamente la justificación es el acto por el que el hombre mediante la fe se apropia del valor redentor, el fruto del sacrificio de Cristo.
La justificación es pues un acto de Dios y un acto del hombre: en cuanto acto de Dios, San Pablo lo llama “justicia de Dios” que podemos glosar llamándola amor misericordioso de Dios que perdona en Cristo, voluntad salvífica manifestada en la aceptación del sacrificio de Cristo resucitándolo de entre los muertos y reconciliando al mundo consigo; en cuanto acto del hombre se trata de una acción de “creer” en el amor misericordioso revelado en la sangre del Hijo, de un salto hacia Dios que se nos muestra salvador en su Hijo y nos concede su Espíritu.
  1. Jeremías ha visto claramente la relación entre este concepto de justificación y el núcleo del Evangelio proclamado por Jesucristo en su mensaje del Reino:
– Dios nos ama (Lc 15; Un 14, 23; Rom 5, 1-11; Un 3, 16).
– Dios nos invita a participar en su Reino (Mt 4, 17; Col 1, 13)
– Dios nos ofrece el perdón a los pecadores (Mt 18, 21-35); Rom 3, 21)
– El Hijo del hombre ha venido a salvar lo que estaba perdido (Mc 2, 17; I Tim 1,15)
– Las parábolas de la misericordia expresan lo esencial de la justificación por la fe (Lc 15; I Tim 1, 15).
– La parábola del fariseo y del publicano (Lc 18, 9-14) emplea incluso en término justificación. Ver los dos aspectos: obras buenas y fe.
– Los hechos de perdón de Jesús (Lc 7, 36-50; Lc 23, 39 ss; Lc 19, 1-10; Rom 1 16).
Lo peculiar de Pablo ha sido ver en la Cruz de Cristo la irradiación esplendorosa de este evangelio. Pablo (Rom 3, 21-28) ha visto en la Cruz, en Cristo crucificado, el nuevo propiciatorio, el trono del perdón divino, el lugar donde tiene su cumbre la proclamación de la misericordia, la señal levantada para la salvación. Y ha visto en la Resurrección de Cristo la plena eficacia del acto redentor, la plena capacidad de dar la vida. Resucitado por la gloria del Padre, resucitado por el poder de Dios, Cristo es fuente de la vida y esto es para todos los que creen.
Así comprendida la justificación por la fe, se ve la estrecha relación que guarda con la incorporación de los gentiles a Cristo; por el bautismo el creyente muere con Cristo a la ley mosaica y ya se ha roto la división entre judíos y gentiles. La prueba escriturística que Pablo da a esta doctrina está en Rom 4 y Gal 3.
7.3. Escatología paulina
Pablo ha recibido de buen grado la doctrina cristiana de la Resurrección. Por ello ha comprendido que como punto de partida de la predicación cristiana está el hecho de la resurrección de Cristo. Su mirada al futuro está determinada por la esperanza y deseo de la venida (mejor, vuelta) de Jesús en gloria. Esta esperanza la comparte con toda la comunidad primitiva y, algunas expresiones, dan pie a creer que él la esperaba estando aún vivo; lo único cierto es que afirma que el día del Señor vendrá como un ladrón.
La idea de la venida gloriosa de Jesús se compagina con la idea de que el encuentro con el Señor tiene lugar ya en el mismo momento de la muerte de cada cristiano. Podemos resumir su escatología en estos puntos:
  • El bien definitivo es “estar con el Señor”
  • Cristo es el juez. Todos nos tenemos que presentar en el tribunal de Cristo.
  • Las descripciones del fin se encuadran en las concepciones apocalípticas comunes, pero con un dato nuevo: la fe en la resurrección de Cristo y su vuelta como Señor de la historia. Al final, Cristo “entregará el Reino al Padre”
  • La renovación del mundo de Rom 8 es difícil de interpretar.
Por otro lado, Pablo introduce la división tripartita de la historia en tres etapas: De Adán a Moisés (sin Ley y pecado sin imputación); de Moisés a Cristo (Ley y el pecado como trasgresión); y de Cristo a la Parusía (fin de la Ley). El centro de toda su escatología es la resurrección de Cristo a la que seguirá la de los que creen en él. El Reino no es algo futuro sino que ha comenzado ya en el presente del Espíritu. Ética y escatología están estrechamente unidas tanto a nivel personal como comunitario.


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