CONOCER Y AMAR AL GRAN DESCONOCIDO.

DOMINGO DE PENTECOSTES.
CICLO A
04.06.2017


CONOCER Y AMAR AL GRAN DESCONOCIDO.
PENTECOSTÉS ES LA FIESTA DEL ESPÍRITU SANTO. LA CULMINACIÓN, EL PUNTO FINAL, DEL TIEMPO PASCUAL. DEBE OCUPAR UN ESPACIO MUY AMPLIO Y LUMINOSO, COMO BROCHE DE LA REVELACIÓN QUE SUPONE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR.
PERO ¿CONOCEMOS Y AMAMOS EXTENSAMENTE AL ESPÍRITU? ¿NO HABRÍA QUE CONSIDERARLE “EL GRAN DESCONOCIDO”, COMO ALGUNOS NOTABLES  TEÓLOGOS OCCIDENTALES LE LLAMARON?  ES CIERTO, IGUALMENTE, QUE EN EL CRISTIANISMO ORIENTAL, ENTRE LOS ORTODOXOS, EL ESPIRITU SANTO OCUPA UN LUGAR MUY IMPORTANTE, E ILUMINA LA VIDA Y LA FE DE LA IGLESIA. NUESTRO RELATIVO DESCONOCIMIENTO,TALVEZ SE DEBE A QUE NUESTRA EVOLUCIÓN Y ESPIRITUALIDAD OCCIDENTAL SE HA CENTRADO MÁS EN CRISTO Y EN LAS PROBLEMÁTICAS RELACIONADAS CON LA SEGUNDA PERSONA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD, DEJANDO LA FIGURA DEL ESPÍRITU CONSOLADOR EN UNA RELATIVA PENUMBRA.
SIN EMBARGO,  ¡QUÉ HERMOSO SERÍA INCORPORAR SU VIDA Y PERSONA A NUESTRA ESPIRITUALIDAD! NO HAY NADA QUE IMPIDA RECTIFICAR, Y MEJORAR NUESTRA VISIÓN. NADA QUE IMPIDA RECONOCER Y AMAR AL ESPÍRITU SANTO. EL PROPIO SEÑOR LO HA PROMETIDO Y ANUNCIADO. DESDE LA ASCENSIÓN, INCLUSO DESDE EL “DISCURSO DEL ADIÓS” EN LA ÚLTIMA CENA, ESPERAMOS Y ANHELAMOS SU PRESENCIA. ES EL MOMENTO DE ACEPTARLE PLENAMENTE, DE CONOCERLE, DE DEJANOS ILUMINAR Y GUIAR POR ÉL. LA LITURGIA Y LA PALABRA DE DIOS DE HOY NOS AYUDA Y PREPARA PARA ELLO.

LA PREPARACIÓN  PARA LA VENIDA DEL ESPIRITU SANTO.
El relato de Hechos, es muy significativo. La obra empieza con un breve capítulo en el que el Señor Resucitado se despide definitivamente de los que tanto ama. Se va y no volverá a aparecerse a los suyos, como lo hizo en los cuarenta días del tiempo pascual. Su obra y su misión han terminado. Pero antes de partir hace a su comunidad una solemne promesa: la llegada del Espíritu. Ellos oran, eligen a Matías para completar el Colegio Apostólico, núcleo de los amigos íntimos del Señor, y fundamentos de una Iglesia pronta a construirse. Del mismo modo que María y José, y el pueblo todo de Israel, esperaban la llegada del Mesías, ahora esta pequeña porción del pueblo, ora y aguarda la llegada del Defensor prometido, del Abogado que su Señor les quiere regalar.
Enseguida, en el Capítulo 2, tiene lugar la Teofanía del Espíritu Santo. ¡Ya estará para siempre con nosotros!  Todo el Libro de los Hechos, en verdad,  va a ser un despliegue de su presencia y poder. Es cierto que no se le podrá tocar como a Jesús; pero los Apóstoles y la Iglesia Naciente ya están educados por la Predicación y Acción del Señor. Y tendrán sensibilidad para entender y acoger profundamente la obra y la Persona del Espíritu. Como el antiguo Israel fue preparado por la Ley y los Profetas, y con mayor cercanía por la predicación del Bautista, para recibir al Ungido de Dios, así ahora hay un Nuevo Pueblo de Dios, preparado por la Pasión y Resurrección del Señor, para acoger al Dulce Huésped del Alma. ¡Maravilloso arte de revelación progresiva!

LA TEOFANÍA DEL ESPIRITU SANTO.
El capítulo de Hechos 2, revela su llegada: un modo de llegar que vela y desvela al mismo tiempo, como en las teofanías divinas. Un modo de acceder y dar su amor que hace comprender su presencia, pero de modo que su Misterio Divino queda velado y respetado.
Trueno del Cielo, Viento Impetuoso.La manifestación del poder divino, como en el Sinaí, queda patente, manifiesto. Sonido y aire fuerte e intenso, eran formas de  expresión y demostración de la llegada de Dios, de la presencia eficaz de su poder.
Fuego. También la revelación en el Sinaí tuvo este signo precioso, que ilumina y consume. El fuego celeste abrasa la montaña, como abrasó la ofrenda de Elías.
Fuego amable. Pero el fuego que llega en Pentecostés  no destruye. Colma y hace comprender. Permite la comunicación sabia y plena. Y faculta a manifestar en lenguas extrañas. De ese modo, se producirá la universalización del Evangelio, según las promesas del Dios en el Antiguo Testamento.
El Espíritu y la Nueva Alianza. La Teofanía del Sinaí viene a consumar la Pascua y la liberación operada con el Éxodo:
Había unas promesas de una Tierra, de una Patria, de un auxilio divino para conseguirlas. Ahora la Tierra es el mundo entero y el Espíritu el garante de esa misión.
La Pascua sella el paso liberador de Dios para Israel. El Pueblo Nuevo de Dios tiene también su Pascua, la Pascua Definitiva en forma de Pasión-Muerte-Resurrección. Una Pascua que sella la Alianza, la Alianza definitiva, cuyo fruto y don es el Espíritu.

TEOFANÍA ACTUALIZADA.
Pero el Espíritu no vino, para luego guardar silencio, y apagar su Fuego Amable.  Sigue hablando a lo largo de los tiempos, y enviando su llama de amor divino sin cesar en ningún momento de la historia. Repitámoslo con gratitud:
¡QUIERE HABLARNOS!
¡Y DARNOS TAMBIÉN A NOSOTROS SU FUEGO AMABLE Y CREADOR!
Es verdad: El Espíritu  hizo disponible a la Virgen María, a la Sagrada Familia y a los más allegados,  para dar forma humana a Dios. Hizo presente en la Historia la Historia de Jesús. Pero esa entrada, esa Encarnación fue un “germen de divinización”. Lo humano empezó a transformarse:
El Ojo por Ojo se transforma en el Amor al Enemigo.
Los Ritos Religiosos se transforman en Adoración en Espíritu y Verdad.
La Relación Esponsal  se transforma en el Sacramento del Matrimonio.
Y así un largo etcétera  del Tiempo Nuevo y de la Vida Nueva. Como canta bellamente la liturgia de estos días.
El Espíritu llena el Orbe de la Tierra. Y todo lo que tiene Palabra e Inteligencia, queda colmado por Él.
¡QUÉ HERMOSA Y GRAN NOTICIA! LA PROPIA VIDA DE DIOS ES VIVIDA POR LOS HOMBRES GRACIAS AL ESPÍRITU Y SU ACCIÓN.  ÉL Y A SU ACCIÓN.
EN EL HOY DE NUESTRO TIEMPO.
EN NUESTRO MISMISIMO PRESENTE:

Tiene lugar el cambio de vida, la transformación más auténtica, la elevación de lo humano a lo divino. Toda esta transformación, iniciada y anunciada por Jesús, se va realizando y perfeccionando con la Acción del Espíritu Santo.
Aquí podemos dar la palabra a Ignacio IV Hazim, Patriarca de Antioquía, la persona que ocupó el tercer rango jerárquico de la Iglesia Ortodoxa después de los Patriarcas de Constantinopla y Alejandría. El Patriarca Ignacio Hazim, en la reunión ecuménica de Upsala, Suecia, en 1968 dejó un inolvidable mensaje: sin el Espíritu, Dios está lejos y Cristo en el pasado; el Evangelio es letra muerta; el culto, una evocación, la Iglesia, una simple organización, la autoridad, un mero despotismo; la misión, propaganda; la vida cristiana una moral de esclavos. En cambio, con el Espíritu, en una comunión plena con Él, en una asociación y concordancia indisociable,  Dios aparece como Padre, Cristo resucitado está presente, el Evangelio es poder de vida, la liturgia es memorial y anticipación, la Iglesia es comunión; la autoridad un servicio liberador, la misión un nuevo Pentecostés, la moral y la ascesis, un camino de deificación para el hombre.
Reflexionando sobre las palabras del Patriarca Ignacio, ¿no convendría llamar con más fuerza al Espíritu? Después del Concilio Vaticano II hemos vigilado la ortodoxia, hemos reforzado la institución, hemos cuidado la liturgia. Pero en la vida religiosa y cristiana se vive una medianía resignada. Por ello, demos un paso adelante:
·        ¡No basta, ni puede bastar un entramado de buenas costumbres y hábitos!
·        Necesitamos la Evidencia de la Belleza
·        ¡La Evidencia de la Belleza de la Vida en Cristo por el Espíritu!

Es verdad que la vida humana posee un gran valor; pero tiene que tener algo que la haga digna de ser vivida.
Pidamos, pues, el Espíritu. Ya que conocemos sus obras, por ellas, elevémonos a su Persona Divina, al Corazón de su Persona Divina; y como al Dulce Huésped del Alma, como al Gran Abogado enviado por Cristo, hablémosle desde el amor y para el Amor, con Palabras antiguas pero permanentemente nuevas, que nos hagan vivir en Él y desde Él, con la confianza que da el Amor Sobrenatural:

INVOCACIONES ACTUALES AL ESPÍRITU SANTO DESDE EL AMOR:
¡VEN, QUE TE AMEMOS,MAESTRO QUERIDO, QUE SABES GUIARNOS AL PADRE!(Juan 14-16) Enséñanos con amor y delicadeza, como tú sabes hacerlo, la Cercanía y  la Verdad del amor de nuestro Padre. Háblanos de lo que llegará en el futuro, y cómo abrazarnos a nuestro Padre y alcanzarle.
¡VEN,  QUE TE AMEMOS, VICARIO DEL SEÑOR JESÚS!  (Juan 16). Trae al Señor a nuestro presente, y llénalo con su presencia. No podemos, abarcar de una vez todo lo que dijo y nos dejó Nuestro Querido Maestro. Glorifícale. Haz que le amemos como Dios Hermano, y no  según la carne.
¡VEN, QUE TE AMEMOS, “ENAMORADOR” DE LA BELLEZA ESPIRITUAL!      (San Agustín, Sermones sobre el Evangelio de San Juan).  Tú sabes hacer amar la belleza espiritual. Introdúcenos en la Belleza del Evangelio, en la Hermosura de la Liturgia Sagrada, de su Primor y Atractivo Místico como memorial y anticipación de los bienes eternos.
¡VEN, QUE TE AMEMOS, “ADELANTADO” DE LA CARIDAD!  (San Agustín, Sermones sobre el Evangelio de San Juan).Tú vas siempre por delante de nosotros, nos precedes en la Caridad, y preparas nuestras vidas y misiones:
Haz que nuestras Iglesias, y nuestras comunidades monásticas y religiosas sean verdaderos Hogares de comunión.
Haz que quienes desempeñan el servicio de la autoridad, la misión de la autoridad, ayuden al verdadero crecimiento, y que, a quienes se destina este servicio, sepan secundarlo con verdadero amor a sus autoridades y con espíritu de colaboración.
Haz que nuestros caminos ascéticos sean verdaderas vías del amor, y de servicio a la comunión y  los hombres, un verdadero camino de divinización.
Haz que todas nuestras misiones se conviertan en un Nuevo Pentecostés actual. Para los hijos de Dios a quienes amamos. Para aquellos familiares, amigos, deudos  y conocidos de los que estamos cerca. Y que nuestro amor y oración se extiendan a todos los que necesitan de nosotros, hasta el fin del mundo.

Ayúdanos a completar y llevar a plenitud la misión de Cristo ascendido al Cielo. A continuar las maravillas que hiciste con la Primera Iglesia, la de los Hechos de los Apóstoles, para que el mundo se transforme y sea preparado para la Recapitulación en Cristo, para gloria del Padre. Amén.


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"Entiende para creer, cree para entender" (San Agustín, Sermón 43)