UNA FIESTA QUE INTERPELA Y ANIMA.

DOMINGO DEL CORPUS CHRISTI.
CICLO A
18.06.2017


UNA FIESTA QUE INTERPELA Y ANIMA.
LA FIESTA DEL CUERPO Y SANGRE DE CRISTO NOS RECUERDA EL INMENSO AMOR, EL INMENSO COMPROMISO DEL SEÑOR CON NOSOTROS. SU ENTREGA HASTA EL LÍMITE, PUES ES EL MEMORIAL DE SU PASIÓN, DE SU MUERTE AMOROSA POR NUESTRA SALVACIÓN.
Y SIN EMBARGO….MUCHAS PERSONAS SE ALEJAN DE LA PRÁCTICA, DE LA RECEPCIÓN DEL CUERPO Y SANGRE DEL SEÑOR, DEL RECUERDO VIVO Y OPERANTE DE SU INFINITO AFECTO, TERNURA, ESTIMA POR NOSOTROS. TAL VEZ PORQUE NO ENCUENTRAN EN NUESTRAS CELEBRACIONES EL RITO EXPRESIVO Y ESTIMULANTE, LA PALABRA, EL CLIMA, EL GESTO EXPLÍCITO Y FRANCO QUE HAGAN MUY ACTUALES Y EFICACES LA PRESENCIA DEL SEÑOR, Y DE ESE MODO VEAN  ALIMENTADA Y ROBUSTECIDA SU FE.
¿CÓMO DESPERTAR AL AMOR DEL SEÑOR,  AL MEMORIAL DE SU ENTREGA IRREVOCABLE POR NOSOTROS?  PODEMOS EQUIVOCARNOS Y CONVERTIRNOS EN LO QUE EL PAPA FRANCISCO LLAMA “ESPECTADORES DE UN ESTANCAMIENTO INFECUNDO”:
CONVERTIRNOS EN MEROS ASISTENTES, EN MERO “PÚBLICO” A DISTANCIA, QUE OBSERVA INMÓVIL, PERO SIN IMPLICARNOS, SIN ENTREGARNOS Y VIVIR LA MARAVILLA DEL MISTERIO DE AMOR.
RESIGNADOS A OBSERVAR UN DINAMISMO ESPIRITUAL Y RELIGIOSO ATASCADO, PARALIZADO, SIN PROGRESO, PROFUNDIZACIÓN, CRECIMIENTO.
¡NO! LA FIESTA DE HOY NOS INVITA A DESPERTAR, A VIVIR, A LLENARNOS DE ALEGRÍA POR NUESTRA SALVACIÓN. VAMOS A TRATAR DE REAVIVAR LA FE Y LA ILUSIÓN, A PONERNOS EN CAMINO.

DIOS ES UN PADRE QUE AMA Y ALIMENTA A SUS HIJOS.
Los textos de esta fiesta nos invitan a recordar el gran amor de Dios, que aparece como un Padre Bueno, ocupado en cuidar y nutrir a sus hijos. Con unos elementos bellamente simbólicos:
Maná. Los hijos de Dios han salido de Egipto y caminan por el desierto hacia su libertad. Atraviesan un lugar de prueba y dificultad, símbolo de la vida misma. De modo pedagógico, El Padre Divino les envía un alimento suficiente para sobrevivir, pero escaso y sin cuerpo. Un manjar que acompañaba al pueblo, le sustentaba en el camino, pero no tenía consistencia en sí mismo. Este pan hablaba por sí mismo a los israelitas, les enviaba un mensaje: las fuerzas de los hombres no provenían de ese pan. El verdadero alimento, el verdadero manjar que sacia, sólo lo puede dar Dios.
Pan Ázimo. Es el pan  que se hace con el gran recién segado, a la vez que se ofrecían las nuevas gavillas al Padre Dios. Es un pan nuevo, sin la levadura antigua, símbolo del pasado. Un símbolo de novedad y esperanza.
Pascua. Esta fiesta del pan ázimo se unió a la antigua fiesta de pascua, en que había el sacrificio de un cordero para librar a los fieles de los peligros.
Verdadera cuidado nutricional, novedad, salvación… Israel celebra con alegría y profundo sentido contemplativo un gran acontecimiento, su liberación por iniciativa de Dios de una situación negativa y sin esperanza.  Y también aprende a discernir lo que realmente alimenta, distinguiéndolo de lo que no tiene sustancia y valor. Todo ello es un símbolo precioso: necesitamos buscar el verdadero alimento. El verdadero cuidado, la verdadera novedad, la verdadera salvación.  Lo que satisface, mejor, lo que realmente colma al hombre,  sólo es Dios. Lo que plenifica y da paz cumplida al hombre es sólo Dios.

DIOS, EL PAN VERDADERO.
En esta misma lógica, nos aparece el Capítulo Sexto del Evangelio de Juan.  El Señor ha realizado el signo maravilloso de la multiplicación de los panes. Pero al igual que el maná y el pan ázimo de los antiguos israelitas debían ser interpretados, igualmente la figura, la señal que se ha hecho tan patente debe ser interpretada. Los judíos lo hacen de un modo muy material, a ras de tierra: ¡he aquí un Mesías poderoso!  Él va a dar un cambio a la situación.  Vamos a pasar de la penuria y la escasez  a la abundancia.
Sin embargo, el Señor se retira. No participa de dicha interpretación. Pero no quiere alejarse demasiado, y se deja encontrar.  Y en ese dejarse encontrar, incluye él mismo el dejarse interpelar por los suyos. Como se dejaría interpelar por nosotros hoy, por cualquier hombre en el presente que le toque vivir. Dejarse interpelar por dos preguntas esenciales, cuyas respuestas darán claves  importantes para vivir esta fiesta:
¿Qué tenemos que hacer?  Pero ¿el hombre debe “hacer”? ¿Es realmente  importante realizar cosas buenas?  Es una tentación lógica en el ser humano. Hasta comprensible.  Pero la lección del desierto, la lección de los israelitas en el desierto,  nos ilustra. Lo importante no es el pan sino Dios. Quien verdaderamente alimenta es Dios.  No debemos pensar en hacer obras, sino más bien dejarnos hacer por Dios. Permitir que Dios nos críe, nos forme, nos innove, nos engendre. A la vida que sueña para nosotros.
¿Qué signo nos das? ¿Tienes pruebas tangibles? ¿Cuáles son tus evidencias? ¿Necesitamos de verdad, testimonios, demostraciones, medios de comprobación? Dios y su amor son suficientes. Su fidelidad irrevocable y siempre presente a lo largo de la historia, es un testimonio bastante, y adecuado.


YO SOY. EL PAN VIVIENTE.
Tenemos que fijarnos en el Señor. El Señor no entra en la lógica que subyace a ambas preguntas. No presenta una lista de obras a realizar. Tampoco presenta pruebas y evidencias. Su respuesta ayer y hoy es la misma. Su respuesta es Él mismo. El Señor responde con su vida. Con su vida entregada:
EL MISMO es como dice nuestro Papa Francisco un generoso remedio. Un alimento para débiles. Él es quien come con los pecadores. Esa comida tiene un valor muy profundo: Significa la acogida y el perdón de Dios
EL MISMO es una señal patente, que deja a la Iglesia. Él es sacramento de ternura. Una casa siempre abierta para acoger, para dar cobijo, refugio, solaz, a los cansados. Nosotros debemos imitar, reproducir, esa “Casa”. Ser Nuevos Hogares Acogedores. Nuevas Betanias de Esperanza, y Vida Nueva.
EL MISMO es un fármaco de vida. Por emplear la preciosa expresión de San Atanasio. Un fármaco que hace fácil la reconciliación. Cuando uno está herido y se ve dificultado para perdonar, el testimonio de la vida entregada y celebrada en la Eucaristía ayuda a superar temores y endurecimientos.

YO TAMBIÉN DEBO SER  PAN VIVIENTE. 
Ahora podemos responder a la cuestión inicial. Ya podemos saber como superar el ser “espectadores de un estancamiento infecundo”. Cómo hacer más vivas y atractivas nuestras celebraciones.  No tenemos que movernos en el campo de las obras, ni pedir evidencias. 
Basta con entrar en el seguimiento del Señor, y participar en su vida. Basta con que seamos nosotros mismos “sacramentos de vida
Basta que nos convirtamos en Generosos Remedios
En Betanias de Esperanza y Vida
Basta que seamos Fármacos de Vida.


La Comunión con el Señor hace posible  creer en su Presencia real en medio de la historia, ligada a la presencia real en la Eucaristía. Comamos su cuerpo y sangre  para que Él habite en nosotros  y podamos vivir desde Él con sus sentimientos de Amor.

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"Entiende para creer, cree para entender" (San Agustín, Sermón 43)