El cuarto evangelio

  1. El mundo joánico y el mundo sinóptico: materias comunes y propias. Marco cronológico y geográfico
  2. La teología joánica
  3. Cuestiones discutidas: sacramentología, escatología y pneumatología

6.1. : El mundo joánico y el mundo sinóptico: materias comunes y propias. Marco cronológico y geográfico
6.1.1.: Diferencias
-Los sinópticos presentan un sólo viaje de Jesús a Jerusalén y Jn habla de al menos tres.
-Los sinópticos hablan de una semana escasa de estancia de Jesús en Jerusalén, mientras que Jn hace referencia casi a un año
-La duración del ministerio público de Jesús en sin ópticos es de un año y en Jn de tres.
-Las narraciones de los sin ópticos son aisladas y cortas, mientras que Jn hace una narración de la Pasión similar a los tres evangelistas, pero su texto está hecho a base de grandes discursos que van encabezados por una narración breve.
-Jn omite el nacimiento de Jesús, el Bautismo, las tentaciones, la Transfiguración, la institución de la eucaristía y la agonía en Getsemaní.
-Hay tres milagros que son comunes entre Jn y sinópticos, pero son exclusivos del primero algunos significativos como las bodas de Caná (2, 1-11), la curación del paralítico de la piscina (5, 1-9), la curación del ciego de nacimiento (9, 1-7) y la resurrección de Lázaro ( 11 , 1-4) .
-Los sinópticos presentan unas 38 parábolas distintas; Jn ninguna.
-Los sinópticos narran dichos de Jesús; en Jn son discursos temáticos.
-Ya sabemos que cada sinóptico tiene su propia teología; el mensaje de Jesús en Jn es la teología más evolucionada de todo el NT: no hay mas que una exigencia moral: el amor fraterno, la oposición al judaísmo es frontal y su mensaje central no “es el Reino sino la Vida (eterna).
6.1.2.: Coincidencias
– Jn presupone datos que los lectores deben conocer y que se encuentran en sin ópticos.
– Hay 11 escenas comunes.
– Coincide con Mc en 6 frases cortas .
– Coincide con Lc en lO detalles significativos.
6.1.3.: Marco cronológico y geográfico
Algunos autores piensan que el evangelio de Juan tiene delante el mundo judío porque se habla de las fiestas judías, son conocidas sus costumbres, son familiares los problemas del descanso sabático, etc. La influencia judía es innegable pero insuficiente.
6.2.: La teología joánica
Otros afirman que hay que contar con el mundo helenista. La presencia del término “logos ” hace indudable su influencia.
Muchos ven la influencia del mundo de la gnosis, corriente filosófico-religiosa preocupada por la salvación del hombre. Expresiones como “ser de la verdad” o “de la luz ” son propias de esta corriente .
Hay quien piensa en el mundo hermético greco-romano debido a la insistencia de los temas de la inmortalidad y de la vida verdadera.
La última moda fue Qumrán. Los paralelismos son claros.
Podemos decir que no puede negarse la influencia del A T ni del judaísmo rabínico; tampoco de la mentalidad griega. Pero las diferencias resultan llamativas. Para el mundo judío era inevitable el escándalo del ahora; lo que ellos esperaban para el futuro, lo presenta el evangelio de Juan como siendo realidad actual: la aparición del Mesías, el juicio, la resurrección, la vida verdadera, el nuevo éxodo, el nuevo nacimiento. Para el lector de mentalidad griega era inevitable el escándalo de la carne, que Dios irrumpiese en el mundo humano era impensable.
Muy probablemente la comunidad joánica (los cristianos que veían reflejada su fe en el cuarto evangelio) surge en el norte de Palestina, al margen del judaísmo oficial con influencias gnósticas y víctima de las invectivas de la ortodoxia judía.
6.2.1.: Jesús, el centro del evangelio
Jesús, el hombre Uno de los aspectos más sobresalientes de Jn es el interés que despierta la persona de Jesús y que se formula mediante la pregunta por su identidad. Una pregunta recorre todo el escrito: ¿quién es Jesús?
En la primera parte del evangelio encontramos una serie de intervenciones de Jesús que el evangelista llama signos y que según 20, 30 han sido escritos para que creamos que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios. Por consiguiente, la noción de signo tiene para Jn una dimensión teológica fundamental. Sus acciones no reciben el nombre de milagros sino de signos y dan testimonio de que procede del Padre. Jn manifiesta un gran interés en resaltar que el Hijo que ha salida del Padre, se ha hecho carne (1, 14).
En los diálogos y controversias es donde se hará especial énfasis en la humanidad de Jesús, hasta convertirla en el centro fundamental de la condena. Los temas de discusión no son en realidad la ley, el ayuno, el sábado, etc. (como sucede en sin ópticos), sino que se centran en la persona de Jesús. En este sentido son fundamentales el diálogo con la samaritana (4, 29), la curación de un enfermo en la piscina de Betesda (5, 12.18), la discusión del testimonio de Jesús sobre sí mismo (8, 40), la curación del ciego de nacimiento (9, 11-24) y la decisión de matar a Jesús (10, 30-33).
La muerte de Jesús no es para Jn un mero trámite. Desde el prólogo se subraya que “la Palabra se hizo carne” y entró en la caducidad de la vida humana. Además, en el relato de la Pasión se insiste en que quien muere es Jesús de Nazaret subrayando así la identidad entre el Resucitado y el Crucificado y yendo todavía más lejos al afirmar que el Resucitado conserva en la “gloria ” las huellas de la pasión. Esta última afirmación, habla por sí sola de ese amor radical que no quiere ser solo, sino en comunión, que se toma en serio al hombre porque ha conocido al hombre siendo hombre.
Los títulos de Jesús: La pregunta por la identidad de Jesús alcanza en Jn un nuevo nivel. Es el Cordero de Dios (1,29.36), Rabí (1,38), Mesías-Cristo (1,41); siendo siempre Jesús, el hijo de José, de Nazaret (1, 45); el Hijo del hombre (1, 51), el Novio de la Nueva Alianza (3, 29), signo de salvación (3, 14), el Mesías que ha de venir (4, 25), el Salvador del mundo (4, 42), el Profeta que ha de venir (6, 14), el pan de la vida (6, 35), el Enviado (6, 29ss; 9, 7), el Santo de Dios (6, 69).
Mención aparte merecen los dicho de “Ego eimi” (Yo soy), en los que se expresa con toda nitidez la pretensión y autoridad de Jesús. El evangelista proclama que sólo Jesús ha podido comunicar el conocimiento verdadero porque “a Dios nadie le ha visto jamás”, sólo el Hijo “lo ha contado” (1, 18; 6,46).
La actividad de Jesús viene caracterizada como testimonio. La imagen del Hijo del hombre sirve a Jn para subrayar el hecho de que el revelador es el hombre Jesús (9, 11), corrigiendo así otros títulos mesiánicos que los interlocutores utilizan. Esta corrección aparece con toda nitidez en el primer texto referido al Hijo del hombre (1, 35-49), cuando Jesús no recoge ninguno de los numerosos títulos que le dirigen los discípulos y habla de sí mismo como tal. Lo mismo encontramos en la curación del ciego de nacimiento, donde el ciego habla de Jesús como profeta, enviado de Dios, mientras que Jesús únicamente le pregunta si cree en el Hijo del hombre, identificándole con él (9,17.33.35-38). Otras correcciones en el mismo sentido: 3,2.13; 6,14.27; 7,52; 8,28.
6.2.2.: Jesús y el Padre
El Hijo de Dios El último versículo del prólogo define a Jesús como Hijo único del Padre. Es un título conocido y utilizado por los sin ópticos como título mesiánico con el sentido de elección. Jn conoce este sentido y lo utiliza. Sólo que en Jn el título está íntimamente relacionado con la autorepresentación de Jesús como el Hijo. El cuarto evangelio lo utiliza más veces (20) que en sin ópticos (3), Pablo (I) o en Hebreos (5).
Jesús, el Hijo
Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él (3,16-17)
Este texto ofrece la clave del ser y el actuar de Jesús. Jesús deja a Dios ser Dios en cada uno de los actos de su vida. Quien ve a Jesús ve al Padre (12, 45; 14, 9), y quien conoce a Jesús, conoce también al Padre (8, 19; 14, 7). El Padre es origen y meta. El Hijo es ininteligible sin el Padre, pero el Hijo es Jesús de Nazaret y su misión la salvación de los hombres.
Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre entonces sabréis que Yo soy y que no hago nada por mi cuenta (8, 28) .
El Dios-Padre de Jesús
El evangelio advierta la peculiaridad de que es fundamentalmente Jesús quieren habla de Dios como Padre, mientras los interlocutores de Jesús hablan de él como Dios. La referencia al Padre está indicando que Jesús no es inicio ni fin de sí mismo. es ,más, las múltiples menciones de su envío por el Padre se refieren siempre a su misión salvífica, reveladora del mismo amor de Dios. El ser de Jesús consiste en ser absolutamente amado de Dios.
En la cruz acontece la máxima revelación de Dios. La cruz no es la desdivinización de Dios, sino la revelación del amor divino. Dios no es atrapado por el sufrimiento, sino que se deja, libremente, atrapar por él. El sufrimiento de Dios significa que debemos concebir a Dios como plenitud de ser, como superabundancia de vida y amor. Dios se manifiesta como el amante en libertad y el libre en el amor. La última palabra no es el sufrimiento, éste ha sido transformado desde dentro en esperanza; la última palabra es la transfiguración: el amor y la vida. Jn des dramatiza la cruz transformándola en fuente de vida: Todo está consumado. E inclinando la cabeza entregó el Espíritu (19, 30).
6.3. : Cuestiones discutidas: sacramentología, pneumatología, escatología y pneumatología
6.3.1.: Los sacramentos en el cuarto evangelio
El evangelio de Juan califica a menudo de “signos” o señales los grandes actos de Jesús, superando una vez más el concepto de signo de los relatos milagrosos de los sin ópticos: Jesús mismo es el signo de Dios: ” A Dios nadie le ha visto jamás; el Hijo unigénito existente en el seno del Padre, él mismo le ha hecho conocer ” (J n 1 , 18) .En el hombre Jesús se ha corporizado Dios: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14).
6.3.2.: La escatología en el cuarto evangelio
La relativización de la frontera física de la vida avanza un paso más en los escritos joánicos, que llevan un fuerte acento de presente: Quien cree en el Hijo de Dios tiene ya vida eterna y no va a juicio. A su lado se encuentran textos claramente futuristas, que enlazan con el escenario escatológico como Jn 5, 28. Las dos series de textos se yuxtaponen en una tensión de contenido, que no es fácil de resolver. Reflejan un proceso de predicación, marcado por fuertes intereses, malentendidos, enfrentamientos y correcciones.
La clave para su comprensión está en la cristología joánica, en la cual el Jesús terrestre se presenta de antemano y de forma consecuente en la perspectiva de la glorificación. En Jesús está presente la salvación, de ahí que el encuentro con él signifique el instante en que todo se decide: rechazarle equivale a la muerte, abandonarse a él significa vida eterna.
En la resolución entre fe e incredulidad se realiza ya hoy el juicio: “El que cree en él no se condena; pero el que no cree ya está condenado, por no haber creído en el nombre del Hijo único de Dios” (Jn 3, 18). En esa predicación con fuerte acento de presente no se discute el futuro escatológico, pero no constituye un tema primordial. En una fase posterior (enfrentamiento con los gnósticos) se contempla también la consumación que está por venir .
6.3.3.: El Espíritu Santo en el cuarto evangelio
En la primera parte del cuarto evangelio se contienen una serie de promesas relativas al don futuro del espíritu, promesas que llegan a su cumplimiento en 20, 22. El Espíritu viene caracterizado por su relación con Jesús (1, 32.33; 3, 34). En el diálogo con Nicodemo (3, 5-8), se habla del nacimiento del Espíritu para indicar el nuevo ser; y es también el Espíritu el que debe conducir al creyente.
Los diálogos de despedida de Jesús nos hablan indistintamente del Paráclito, del espíritu de la verdad y del Espíritu Santo. Los cinco logia (14, 15-17.25-26; 15, 2655; 16,7-11.13-15) forman un conjunto aparte que ilumina el origen y función del Paráclito. El Paráclito es un enviado, un don de Dios.
Los numerosos verbos que caracterizan la actividad del Espíritu se refieren a una actividad de conocimiento y de testimonio: enseñar (14, 26), hacer recordar (14, 26), llevar a la verdad (16, 13), dar testimonio de Jesús (15, 26), consolar (14, 26), enseñar (14, 26) y anunciar lo que ha de venir (16, 13). El recuerdo que despierta el Espíritu no se reduce a un retorno al pasado, sino que introduce más profundamente en la enseñanza y en la persona de Jesús. Esta acción del Espíritu sólo puede producirse en confrontación con el mundo.


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"Entiende para creer, cree para entender" (San Agustín, Sermón 43)