INTERPRETACIÓN DE LA SAGRADA ESCRITURA

  1. Criterios hermenéuticos a partir de la naturaleza de la Sagrada Escritura
  2. Interpretación de la Biblia en la Iglesia: métodos y lectura.
  3. La Biblia en la vida de la Iglesia
1.1. CRITERIOS HERMENÉUTICOS A PARTIR DE LA NATURALEZA DE LA SAGRADA ESCRITURA SEGÚN “DEI VERBUM 12”
“Dios habla en la Escritura por medio de hombres y en lenguaje humano, por lo tanto, el intérprete de la Escritura, para conocer lo que Dios quiso comunicamos, debe estudiar con atención lo que los autores querían decir y lo que Dios quería dar a conocer con dichas palabras.
Para descubrir la intención del autor, hay que tener en cuenta, entre otras cosas, “los géneros literarios” , Pues la verdad se presenta y se enuncia de modo diverso en obras de diversa índole histórica, en libros proféticos o poéticos, o en otros géneros literarios. El intérprete indagará lo que el autor sagrado dice e intenta decir, según su tiempo y cultura, por medio de los géneros literatos propios de su época. Para comprender exactamente lo que el autor propone en sus escritos, hay que tener muy en cuenta el modo de pensar, de expresarse, de narrar que se usaba en tiempo del escritor, y también las expresiones que entonces se usaban en la conversación ordinaria.
La Escritura se ha de leer con el mismo Espíritu con que fue escrita: por tanto, para descubrir el verdadero sentido del texto sagrado hay que tener muy en cuenta el contenido y la unidad de toda la Escritura, la Tradición viva de toda la Iglesia, la analogía de la fe. A los exegetas toca aplicar estas normas en su trabajo para ir penetrando y exponiendo el sentido de la Sagrada Escritura, de modo que con dicho estudio pueda madurar el juicio de la Iglesia. Todo lo dicho sobre la interpretación de la Escritura queda sometido al juicio definitivo de la Iglesia, que recibió de Dios el encargo y el oficio de conservar e interpretar la palabra de Dios”.
Dei Verbum 12
1.1.1. Naturaleza humano – divina de la Escritura
Criterio primero: No cabe hacer una separación absoluta entre interpretación de la Biblia como libro meramente humano e interpretación de la Biblia como libro que contiene y es Palabra de Dios. Esta es la precomprensión básica del exegeta católico.
Criterio segundo: Tomar en serio la naturaleza humano-divina de la Escritura, derivada del hecho dogmático de su inspiración divina, lleva consigo tomar en serio la humanidad de la Escritura y esto porque no hay posibilidad ordinaria de acceso a la Palabra escrita de Dios si no es a través del conocimiento de la palabra humana de la Biblia.
Criterio tercero – La intención del autor Para conocer lo que Dios quiere decir y dice en la Sagrada Escritura es necesario conocer tanto los condicionamientos e intención de su autor, o autores humanos como los de su lenguaje, que no siempre dependen de la intención de los autores humanos.
Criterio cuarto – Sobre los géneros literarios: Para interpretar correctamente la Escritura, será necesario aceptar todos los instrumentos y métodos de interpretación que se emplean para cualquier obra humana de similares características. Tales son, entre otros, el conocimiento de los géneros literarios, la crítica textual y literaria, los métodos filológicos y lingüísticos, y los métodos histórico-críticos. Es condición indispensable para el uso de estos instrumentos y métodos el liberarlos de aquellos principios filosóficos, a veces conectados con ellos, que entran en contradicción con la naturaleza divina de la Sagrada Escritura.
Criterio quinto – Las aportaciones de las ciencias humanas: También pueden ser útiles y utilizables para la interpretación de la Sagrada Escritura aquellos procedimientos y métodos de interpretación que provienen de la investigación y el estudio en el campo de las ciencias humanas. Tales procedimientos y métodos deben utilizarse en las mismas condiciones que los anteriores, es decir, liberados de todo principio filosófico contrario a la naturaleza divina de la Escritura.
1.1.2. La lectura en el Espíritu
Criterio sexto – La Escritura y la Iglesia: El Espíritu de Dios, que actuó en el AT y NT; que dio a conocer al pueblo de Israel la revelación de Dios mediante hechos y palabras, bajo cuya acción ésta se puso por escrito y fue reconocida como Escritura inspirada y normativa, es el mismo Espíritu que hace posible la encarnación del Verbo de Dios, el mismo que Jesucristo deja a su Iglesia para que reconozca en su palabra y en sus obras la plenitud de la revelación de Dios, el mismo bajo cuya acción estos hechos y palabras se ponen por escrito, el mismo que lleva a la Iglesia a reconocer en esos escritos la definitiva revelación de Dios y a someterse a ellos señalándolos como normativos y canónicos. En consecuencia; es también el mismo Espíritu que habita y vive en la Iglesia como palabra interna a ella, el que sigue dándole a conocer la palabra externa, que es la Escritura, haciendo posible su interpretación auténtica, convirtiéndola en palabra eficaz hoy y en cada tiempo.
Criterio séptimo – De la unidad de toda la Escritura: Leer e interpretar la Escritura «en el mismo Espíritu en que fue compuesta» lleva consigo atender al contenido unidad de toda la Escritura. Esto significa leerla e interpretarla en el contexto total de la única historia de la salvación, cuyas diversas etapas son animadas y dirigidas por el mismo Espíritu que hoy vivifica la Iglesia.
La atención al contenido y unidad de la Escritura se lleva a cabo no eliminando las diferencias existentes entre textos, o entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento, sino tratando de descubrir cómo esos libros y textos expresan dinámicamente distintas etapas y perspectivas de la única historia de la salvación, y todos ellos están orientados hacia su plenitud, Cristo y su evangelio.
Criterio octavo – Espíritu y tradición viva de la Iglesia: Leer e interpretar la Escritura «en el mismo Espíritu en que fue compuesta» exige también atender a la tradición viva de toda la Iglesia. Esto exige interpretar la Escritura en el contexto de la tradición apostólica tal y como es transmitida y vivida en la Iglesia, teniendo en cuenta el testimonio de los Padres y de la liturgia, el consentimiento universal del pueblo de Dios en las cosas de fe y costumbres y las orientaciones concretas de su magisterio.
1.1.3. La analogía de la fe
Criterio noveno: Leer la Escritura «en el Espíritu» exige atender a la “analogía de la fe”. Esto significa leerla e interpretarla en el contexto del misterio total de la revelación de Dios, que es la verdad del evangelio, es decir, el misterio revelado en Cristo, el mismo que transmitió la fe apostólica y en el que la Iglesia profundiza. La tarea de la interpretación no se agota nunca, pues inagotable es el misterio de la revelación de Dios en Cristo, y puede descubrir cada vez nuevos aspectos del texto bíblico relacionados con ese misterio, los cuales, sin embargo, nunca pueden entrar en contradicción con la fe de la Iglesia.
1.2. INTERPRETACIÓN DE LA BIBLIA EN LA IGLESIA: MÉTODOS Y LECTURAS
La interpretación es un movimiento pendular entre la exégesis que busca recobrar lo que significaba originalmente el texto, y una comprensión de lo que la Biblia pretende decir ahora sobre el proceso que continua desarrollándose a medida que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo llevan a cabo nuestra salvación. Hacer hermenéutica de un texto es, pues, traducido a un lenguaje más claro y comprensible, explicar lo que realmente significa, comentado. Hermenéutica es a la vez traducción e interpretación.
1.2.1. Método histórico-crítico.
Es indispensable para el estudio científico del sentido de los textos antiguos. Al estudiar la Sagrada Escritura como ” Palabra de Dios en lenguaje humano “, su justa comprensión requiere la utilización de este método.
Sus principios fundamentales son los siguientes:
  • Es un método histórico, no sólo porque se aplica textos históricos, sino porque procura dilucidar los procesos históricos de producción del texto.
  • Es un método crítico porque utiliza criterio científicos en cada uno de sus pasos (la crítica textual al estudio crítico de la redacción).
  • Es un método analítico que estudia el texto bíblico igual que cualquier otro texto de antigüedad.
En su desarrollo el método histórico- crítico recorre las siguientes etapas:
  • La crítica textual: apoyándose en el testimonio de los mejores manuscritos y más antiguos buscará el texto bíblico más próximo al original.
  • El texto es sometido a un análisis lingüístico.
  • La crítica literaria descubrirá el comienzo y fin de las unidades y la coherencia entre ellas.
  • La crítica de los géneros determinará los géneros literarios.
  • La crítica de las tradiciones situará el texto en las corrientes de tradición.
  • La crítica de la redacción estudiará las etapas que el texto ha recorrido antes de quedar fijado en su redacción final.
  • La crítica histórica descubrirá el alcance histórico de los textos estudiados.
La finalidad del método histórico-crítico es dejar claro de modo sincrónico el sentido expresado por los autores y redactores. Con la ayuda de otros métodos y acercamientos ofrece el acceso a la significación actual de la Biblia.
1.2.2. Otros métodos de análisis literario.
Análisis retórico: aplicada a la Biblia, la ” nueva retórica” quiere entrar en el lenguaje de la revelación en cuanto lenguaje el religioso persuasivo, y medir su impacto en el contexto social de la comunicación.
Análisis narrativo: este método presta especial atención a los elementos de texto que conciernan a la intriga, a los personajes y al punto de vista tomado por el narrador; el análisis narrativo estudia el modo como se cuenta una historia para implicar el lector en el mundo del relato y en un sistema de valores.
Análisis semiótico o estructuralismo.
1.2.3. Acercamientos basados en la tradición.
Acercamiento canónico: interpreta cada texto bíblico a la luz del Canon de las Escrituras, situándolo en el interior del único designio divino. La comunidad creyente es el contexto adecuado la interpretación de los textos canónicos.
               El recurso las tradiciones judías: la riqueza de la erudición judía puesta al servicio de la Biblia a es una ayuda permanente para la exégesis de ambos testamentos, siempre que siempre correctamente.
La historia de los efectos del texto: estudia un texto según las diversas interpretaciones que ha tenido en la historia.
1.2.4. Acercamientos por las ciencias humanas.
Acercamiento sociológico: los textos religiosos están ligados con relaciones recíprocas a las sociedades en las cuales nacen..
Acercamientos por la antropología cultural: próximo a la sociología, la antropología cultural procura definir las características de los diferentes tipos de personas en su medio social.
                Acercamientos psicológicos y psicoanalíticos.
1.2.5. Acercamientos contextuales.
Acercamiento liberacionista: surgido en América Latina tras el concilio Vaticano II, su fundamento es: “Dios está presente la historia de su pueblo para salvarlo. Es el Dios de los pobres, que no puede tolerar la opresión y la injusticia “
Acercamiento feminista: la hermenéutica feminista no elaborado un método nuevo, se sirve de los métodos corrientes, especialmente el histórico-crítico. Pero agrega dos criterios de investigación:
  • la hermenéutica de la sospecha: la historia ha sido escrita por los vencedores.
  • Un criterio sociológico apoyado sobre la estratificación de las sociedades en los tiempos bíblicos.
1.2.6. Lectura fundamentalista.
               Tuvo su origen en la época de la reforma, en una preocupación de fidelidad al sentido literal de la escritura:
  • Rechaza el carácter histórico de la revelación bíblica
  • No acepta la posibilidad del sentido simbólico figurativo
  • Niega los problemas que pueda presentar el texto bíblico
  • En lo concerniente a los Evangelios confunde el estadio final del texto con el estadio inicial
  • Se apoya sobre una lectura no crítica de algunos textos de la Biblia para confirmar ideas políticas y actitudes sociales, muchas veces contrarias al evangelio cristiano

1.3. LA BIBLIA EN LA VIDA DE LA IGLESIA.
1.3.1. Biblia y teología.
“La sagrada teología se apoya, como en cimiento perpetuo, en la palabra escrita de Dios al mismo tiempo que en la sagrada Tradición, y con ella se robustece firmemente y se rejuvenece de continuo, investigando a la luz de la fe toda la verdad contenida en el misterio de Cristo, Las Sagradas Escrituras contienen la palabra de Dios y, por ser inspiradas, son en verdad palabra de Dios; por consiguiente, el estudio de la Sagrada Escritura ha de ser como el alma de la sagrada teología” (DV 24; Cf. OT 16),
La afirmación no es tan obvia si se piensa que, después de la patrística que elaboraba la teología en el mismo seno de los comentarios a los libros de la Biblia y después de la gran Escolástica (piénsese en S. Tomás), la teología post-tridentina se encontró cada vez más apartada del dato bíblico, bien sea por la polémica contra el principio de la «Sola Scriptura» de los Reformadores, o por la creciente aversión hacia toda filosofía que no fuese la «philosophia perennis», como instrumento de reflexión sobre el dato revelado. En la teología pre-conciliar, la Escritura quedaba más o menos reducida al rango auxiliar de «prueba» de los asuntos dogmáticos. La primacía de la Palabra de Dios se oscurecía en una teología construida sobre elementos no bíblicos.
Después del Concilio Vaticano II, el camino teológico trazado por la “Optatum Totius 16″es el siguiente: temas bíblicos, aportación de los Padres de la Iglesia, del Dogma, profundización en el misterio mediante la especulación filosófica, confrontación de la teología con la liturgia y con la vida de la Iglesia, proyección de los temas teológicos sobre el hoy de los hombres y de la historia. Cuando la teología parte de la Biblia y se fundamenta sobre ella, «se consolida vigorosamente y rejuvenece siempre»; la teología, como «ciencia de la Revelación, viene a ser una continua lectura renovada de las Sagradas Escrituras, una hermenéutica sin fin de la Palabra de Dios y de la viva Tradición de la Iglesia.
1.3.2. Biblia y liturgia.
Desde los comienzos de la Iglesia, la lectura de las Escrituras ha formado parte de la liturgia cristiana, parcialmente heredera de la liturgia sinagogal. Hoy, todavía, es sobre todo en la liturgia donde los cristianos entran en contacto con las Escrituras.
La liturgia sacramental realiza la actualización más perfecta de los textos bíblicos, ya que la Palabra es proclamada en medio de la comunidad de los creyentes reunidos alrededor de Cristo «presente en su palabra, porque es él mismo quien habla cuando las Sagradas Escrituras son leídas a la Iglesia» (Sacrosanctum Concilium, 7).
La reforma litúrgica del Concilio Vaticano II se ha esforzado en presentar un más rico alimento bíblico. Los tres ciclos de lecturas dominicales privilegian los evangelios, para poner la luz el misterio de Cristo como principio de nuestra salvación; pero sin olvidar por ello el Antiguo Testamento y sugiriendo una lectura teológica.
La liturgia de la Palabra es un elemento decisivo en la celebración sacramental de la Iglesia. También la misma Palabra se hace respuesta de oración del Pueblo de Dios, en particular la liturgia de las Horas que acude como fuente al libro de los Salmos para hacer orar a la comunidad cristiana.
1.3.3. Biblia y ministerio pastoral.
Se pueden distinguir tres situaciones principales: la catequesis. la predicación. y el apostolado bíblico.
La catequesis: La explicación de la Palabra de Dios en la catequesis tiene como primera fuente la Sagrada Escritura, que explicada en el contexto de la Tradición, proporciona el punto de partida, el fundamento y la norma de la enseñanza catequética. Debería introducir a una justa comprensión de la Biblia para descubrir la verdad divina que contiene, y que suscita una respuesta generosa al mensaje que Dios dirige a la humanidad.
La catequesis debe partir del contexto histórico de la Revelación divina para pasar del texto bíblico a su significación salvífica para el tiempo presente. La fecundidad de la catequesis depende del valor de la hermenéutica empleada, pero nunca ha de ser superficial. Se ha de recorrer todo el texto bíblico, pero con especial atención a los Evangelios, de modo que se provoque el encuentro con Cristo.
La predicación: Actualmente. este ministerio se ejerce sobre todo por la homilía, que sigue a la proclamación de la Palabra de Dios en la celebración eucarística. Conviene poner a la luz las aportaciones principales de esos textos Bíblicos que sean más esclarecedoras para la fe y la vida cristiana.
Presentados esos aportes es necesario hacer obra de actualización e inculturación. Para esa finalidad. son necesarios principios hermenéuticos válidos. Una falta de preparación en este campo tiene como consecuencia la tentación de renunciar a profundizar las lecturas bíblicas, contentándose con moralizar o hablar de cuestiones actuales sin iluminarlas con la Palabra de Dios.
El mensaje bíblico debe conservar su carácter principal de buena noticia de salvación ofrecida por Dios. La predicación será más útil y conforme a la Biblia si ayuda a los fieles. primero a «conocer el don de Dios» (Jn 4.10), tal como ha sido revelado en la Escritura, y luego a comprender de modo positivo las exigencias que de allí derivan.
El apostolado bíblico: tiene como objetivo hacer conocer la Biblia como Palabra de Dios y fuente de vida. En primer lugar favorece la traducción y la difusión de la Biblia en las diversas lenguas. Suscita la formación de grupos bíblicos, y otros medios para la difusión de la Biblia.
Una importante contribución es la de asociaciones y movimientos eclesiales que ponen en primer plano la lectura de la Biblia en una perspectiva de fe y de compromiso cristiano con un triple objetivo: conocer la Biblia, construir la comunidad y servir al pueblo.
1.3.4. La lectura personal y orante de la Biblia
La preocupación de una lectura regular y cotidiana de la Escritura, corresponde a una antigua práctica en la Iglesia. Como práctica colectiva está testimoniada en el siglo III en la época de Orígenes. La lectio divina como práctica individual está testimoniada en el ambiente monástico muy temprano. El Papa Pío XII la recomendó a todos los clérigos. (De Scriptura Sacra, 1950).
La Constitución conciliar Dei Verbum 25 insiste sobre una lectura asidua de las Escrituras para los sacerdotes y los religiosos. Como novedad invita también «a todos los fieles de Cristo a adquirir por una lectura frecuente de las Escrituras divinas la “eminente ciencia de Jesucristo». El texto conciliar subraya que la oración debe acompañar a la lectura de la Escritura, ya que ella es la respuesta a la Palabra de Dios encontrada en la Escritura bajo la inspiración del Espíritu.

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"Entiende para creer, cree para entender" (San Agustín, Sermón 43)