CREER Y VIVIR. LA SEMILLA Y LA TIERRA.

DOMINGO  XV DEL T.O.
CICLO A
16.07.2017


CREER Y VIVIR. LA SEMILLA Y LA TIERRA.
LA SEMANAS PASADAS VEÍAMOS LA TEMÁTICA DE LA FE,  LOS MIEDOS QUE PUEDEN ATENAZARLA; TAMBIÉN CÓMO ESA FE SIN MIEDO DEBE CONCRETARSE Y MANIFESTARSE EN LA ENTREGA, EN EL AMOR. LUEGO LA PALABRA NOS INVITÓ A CONSIDERAR MÁS DE CERCA QUIÉN ESE DIOS AL CUAL AMAMOS Y SEGUIMOS:UN TODOPODEROSO HUMILDE. UN OMNIPOTENTE SERVICIAL. CREER EN ÉL SIGNIFICA SALVARNOS Y SER FELICES. Y NO SÓLO HACE MIL QUINIENTOS AÑOS SINO SIEMPRE.
Y ESE DIOS HACE BAJAR SU PALABRA COMO LLUVIA QUE SE TRANSFORMA EN SIMIENTE. EL MENSAJE DE LA PALABRA DE DIOS DE HOY,  ESTÁ COLMADO DE BELLOS SÍMBOLOS, DE RICOS SENTIDOS QUE HAY QUE MEDITAR Y ACOGER. LA LLUVIA TIENE EL MILAGROSO PODER DE FECUNDAR. PERO PARA QUE TAL INICIATIVA SE CONCRETE, NECESITA EL CONCURSO DE LA TIERRA. LA PALABRA-SIMIENTE, PRECISA DEL TERRENO-CORAZÓN HUMANO. ESE MISTERIO LO PRECISAN LOS TEXTOS DE HOY.

LA FECUNDIDAD DEL DIVINO AMOR EFICAZ.
Como la lluvia y la nieve  descienden de los cielos, y no vuelven allá sin regar la tierra y hacerla germinar, así  será la palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía (Isaías 55, 10-11)

Lluvia y simiente. Isaías emplea una imagen muy evidente en la economía agrícola: el concurso del don Cielo es lo que permite el florecimiento y la fecundidad de la tierra. La vida y la subsistencia dependen ante todo de ese aporte divino, que despliega la génesis de la vida.
Afraates, un gran padre antiguo perteneciente a la Iglesia Persa, explicaba que quien desciende como la lluvia es el Verbo de Dios, el Hijo de Dios. Gracias a Él todo germina, y la justicia es el mejor de los frutos de tal germinación. Un fruto grande de amor.
Y abundando en esa idea, San Jerónimo nos dirá que dicha Palabra no retorna a Dios vacía, porque Ella no será nunca anulada, sino que todo lo llevará a cumplimiento. ¡Qué bella derivación simbólica!  La LLuvia-Palabra no fracasará. Tendrá siempre vigencia. Y tendrá la capacidad de llevar  todo a plenitud  “Todo” significa las promesas de salvación formuladas en el Antiguo Testamento y cumplidas en nuestra Era Cristiana.
¡Magnífica imagen!  La LLuvia que hace florecer las semillas. Las “semillas” son los dones de Dios, en un sentido espiritual. Del mismo modo que los árboles y plantas han sido creados por Dios, pero en su florecer producen semillas que luego se convierten en hortalizas de las que el hombre extrae su sustento, igualmente los dones de Dios son mensajes, propuestas que se ofrecen al hombre y que pueden crecer. Dones divinos asociados a la condición creaturaldel ser humano, pero que precisan del aporte, del toque fecundante de la lluvia, de la Lluvia Divina que es el Verbo. La Naturaleza y su Dones necesitan del toque y potenciación de la Gracia.
O si preferimos, el aporte de la Gracia, de la Precipitación Divina, es lo que desarrolla la semilla. De modo maravilloso, la capacidad que tiene la LLuvia  de llevar a plenitud la realidad, se manifiesta en la profunda unión del Rocío con la semilla, en su hacerse una con la semilla, transformándola y potenciándola. A nivel agrícola, pero mucho más a nivel espiritual. En la Semilla de la predicación y la oferta de salvación está toda la gracia y poder de la Lluvia-Palabra.

LA SEMILLA EN MANOS DEL SEMBRADOR.
La Semilla tiene pues un contenido sagrado, una potencialidad santa. Es la Lluvia-Palabra convertida en germen de vida, en resorte de salvación, en potencia de amor y divinización. Pero está en manos de una figura también rica en simbolismo: el Sembrador.
·        El Agricultor, el Plantador, es una imagen preciosa y bella de Cristo, que difunde su semilla. Su Palabra encerrada y fecunda  se reparte como simiente de vida nueva, polen del Reino de Dios, germen de trascendencia y misterio del Más Allá.  La historia humana se une así a la escatología, potencialidad presente y concentrada en la semilla. El Reino, cuya capacidad y aptitud  está efectivamente en el grano que se siembra, es una maravillosa oferta que hay que acoger.
·        El Sembrador tiene un estilo generoso y confiado: esparce su semilla amplia e ilimitadamente. Parece confiar totalmente en la capacidad germinativa de su semilla. ¡Qué bello ejemplo para nosotros! ¿Somos, quizá, estrechos y menguados a la hora de difundir los dones de la Palabra? ¿Somos cicateros con las gracias y dádivas de Dios, contenidos en el germen que recibimos? Tenemos que aprender del Sembrador: aunque no parece tener éxito en todo lo que difunde, reparte abundantemente. Sin reservas. Como quien sabe que el futuro es suyo, y que la fascinación de la semilla fructificará tarde o temprano.
·        Nosotros somos Los Nuevos Sembradores. Estamos llamados a aprender de nuestro Maestro. A adoptar sus mismas actitudes, su generosidad, su grandeza y bondad. ¡No nos preocupemos de cosechar éxitos, de tener fama, de recibir aprobación y aplausos en esta época escéptica pero tan necesitada de la Presencia de Dios! Sembremos con actitud de humildad, y con confianza plena en Dios y en su Palabra.

EL TERRENO Y EL PLANTÍO.
El Sembrador difunde su semilla, que cae en distintos terrenos. Tres de ellos son fecundos, producen fruto. Otros tres son a la larga estériles: el camino, la tierra pedregosa, el campo con zarzas y espinas.  Las categorías que se pueden emplear son la escucha atenta – asociada a la  fecundidad, la no escucha- vinculada con la esterilidad.  En una clave de Lectio Divina, podríamos desarrollar una lectura en profundidad que encuentra ecos antiguos. Pues los santos padres, y los intérpretes posteriores a ellos han hecho una exégesis muy obvia:
·        Hay tres terrenos fecundos, símbolo de la acogida a la Palabra. Una acogida que no se queda en mera receptividad, sino que madura, produce bienes y salvación. A diversa escala: hay diferente capacidad en cada campo, como hay distinta disposición, y distintas posibilidadesen los trabajadores que reciben 5, 2 y 1 talentos.  Dios es libre y generoso con quienes le escuchan, como también hay libertad humana a la hora de responderle.
·        Hay también tres terrenos infecundos. La senda transitada,  el espacio pedregoso, el zarzal.
§  El primero es alegoría de una “no atención”. No existe en este caso ni la más mínima acogida, ni la menor receptividad. Y naturalmente, no produce nada.
§  El segundo es metáfora de una escucha sin fruto. De quien recibe, sí, la Palabra, pero sin profundidad, sin arraigo. Y por ello la semilla se acaba perdiendo como en el primer caso.
§  El tercero podría serimagen de quien pretende dar fruto sin cuidar la audición. Hay que prestar plena atención a la Palabra.  Hacer silencio, despejando todas las zarzas y malas hierbas que ahogan nuestro escuchar, nuestra receptividad.
§  PERO ESTOS ÚLTIMOS SÍMBOLOS TIENEN TAMBIÉN UNA BELLA LECTURA: Sufrimos- dice Orígenes- cuando no rejuvenecemos nuestro terreno. ¡REJUVENECER EL TERRENO DEL CORAZÓN! Precioso programa espiritual, preciosa meta. Evidentemente, reverdecer nuestro plantío, revivir nuestro compromiso espiritual y monástico,  está a nuestro alcance.  Al alcance de una libertad plenamente iluminada por la Gracia.
o   No desesperemos, por muchas zarzas que aún existan en nuestro corazón.
o    No abandonemos, porque existan rocas y peñascos difíciles de remover, anclados en nuestro interior.
o   No renunciemos a buscar, porque nuestro corazón haya recibido demasiadas pisadas hostiles, y tales pisadas le hayan hecho compacto, hermético. La Gracia del Señor, puede cambiarlo. Regresando a la imagen primera, la Lluvia-Palabra, la Lluvia – Amor, puede ablandar,  y luego esponjar y hacer fecundo el más duro e impenetrable terreno.



EL  SEÑOR REPARTE SU SEMILLA. ROCÍA DE AMOR NUESTRA ALMA. Y EMPAPA CON SU TERNURA DIVINA NUESTRO SEGUIMIENTO. ABRAMOS NUESTROS CORAZONES A TANTO  DON.  

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"Entiende para creer, cree para entender" (San Agustín, Sermón 43)