DOMINGO DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR.
CICLO A
28.05.2017
EL SEÑOR SUBE AL CIELO.
EL DOMINGO PASADO DECÍAMOS QUE EL SEÑOR SE DESPEDÍA DE LOS
SUYOS PARA VOLVER AL PADRE. QUE DEJA DE ESTAR “FÍSICAMENTE” CON LOS SUYOS PERO
AL TIEMPO PERMANECE. AMBAS DIMENSIONES VAN A CONFIGURAR EL MENSAJE, LA VERDAD
DEL DÍA DE HOY. NOS CORRESPONDE EXAMINAR TAL MENSAJE DE CERCA, Y CONTEMPLAR TODA
SU RIQUEZA.
¿CUÁL ES LA VERDADERAPATRIA DEL
HOMBRE?
Cristo, verdadero hombre, asciende al Cielo. Sube a la
intimidad de Dios. Este es el primer mensaje precioso del presente día, de la
presente solemnidad: la verdadera patria del hombre es el Cielo. La Casa del
Padre, El Hogar Eterno donde mora nuestro Padre que nos espera. Y de ese modo, la
vida humana, el paso por este mundo queda definido y clarificado: la vida es un
hermoso y digno camino hacia la Patria, una morada provisional, de urgencia,
hacia el Hogar Verdadero y definitivo. Tal es una de las verdades fundamentales
que en este día se nos proclama.
Tal vez lo comprendemos mejor, si damos la palabra a tres grandes
intelectuales ateos de nuestro tiempo, que por contraste, como el negativo de
la fotografía, nos destacan la verdad. Escuchemos en primer lugar al gran médico español
Severo Ochoa, Premio Nobel de Medicina. Ya
en la recta final de su existencia escribía: ¿Cuál es el sentido de mi paso por la tierra? Siento irme de este mundo
sin saber dónde he estado. Cuando no tenemos esperanza de un Más Allá con
sentido, de un Más Allá Hogar Preparado
por Nuestro Padre, el presente se convierte en enigma. Nuestro pasar por la
vida es un caminar sin meta, sin sentido. Y la propia vida, el mundo en su
conjunto, se convierte en un país extraño, desconocido, hermético.
Por eso Jean Paul Sarte llegó a la conclusión de que el
hombre es un absurdo, una pasión inútil.
Desea algo imposible, un vivir para siempre, una permanencia feliz, cuando todo
es fugacidad.
Quizá la pista para resolver ese problema imposible nos la
da, a tientas, Emil Cioran, un escritor rumano del siglo XX que escribe en
francés. Él, tras preguntarse si la existencia un exilio, y la Nada nuestra
casa, desde su ateísmo y desesperanza, constata en su interior algo grande, en
un bellísimo momento de lucidez: ¿Cómo puedo
explicarme la nostalgia del Paraíso? Vive en mí desde siempre.
DIOS, ANFITRIÓN DE LA ETERNA
FELICIDAD.
¡La Nostalgia del Paraíso! Todo hombre la lleva en su
corazón, sueña en ella. Pero ¿es una pasión inútil, como decía Sartre? Dios
mismo nos responde: ¡NO!¡NO LO ES!EL PARAÍSO NO ES UNA PASIÓN INÚTIL. ¡Mirad más arriba!Tratad de ver más allá de
lo que se toca, de lo que se pesa, de lo que se puede contar.Recuperad la
oración y la visión contemplativa de la vida. Y dejaos envolver por Mí, que soy
Misterio de Salvación, y Felicidad. Más Allá de la muerte, existe el Hogar
Definitivo y Feliz del Hombre, del que yo soy Anfitrión. Os espero en un Hogar
de Amor para colmaros de una Felicidad Sin Límites ni Ocaso: Mi Propia
Felicidad Divina, que nacida de mi amor de Padre, os he preparado desde toda la
Eternidad. Y la vida es un tránsito de esperanza, un camino seguro y bello
hacia la Patria. Él nos habla y consuela nuestro existir.
LA RESPUESTA DE DIOS: LA ASCENSIÓN DE
MI HIJO.
Dios nos responde, sí. ¡ES CIERTO! Podéis creer. Pero Nuestro
Padre no sólo habla con palabras, sino sobre todo con hechos. Hechos reales. El Primero de Vosotros, Mi Propio Hijo, ha
llegado ya al Hogar Definitivo, y Feliz, al Hogar Prometido. Ciertamente, su Hijo, hombre como nosotros, ha
subido al Cielo. Hombre como nosotros, lo repetimos, ha llegado realmente a ese
Hogar Definitivo y Feliz, del que nuestro Padre es Anfitrión. Por eso, más que
nunca, estamos llamados a pronunciar y rezar el Padre Nuestro. El Dios
Todopoderoso, el Creador, nos reserva su propia felicidad, a la que el Primero
de Nosotros, Jesús, ha llegado ya.
Todo ello lo demuestran los textos de esta fiesta:
ASCENSIÓN COMO SUBIDA A DIOS: PREMIO A LA FIDELIDAD. El primer relato, de Hechos 1, 1 -11,
nos deja ese mensaje claro y definitivo.
Jesús hizo y enseñó hasta el día en que subió al Cielo (Hech 1, 2)…dicho esto le vieron subir…(Hech 1, 9)… Este Jesús que acaba de subir al Cielo,
volverá..(Hech 1, 11). Por tres veces el texto nos recuerda el hecho del
ascenso,de la elevación, de su remontar hasta Dios. Esa triple insistencia es
un modo de subrayar, de afirmar la veracidad de lo proclamado.
Este hecho ascensional no es nuevo,
en realidad. Ya le había ocurrido a Elías. En 2Re 2, se habla del ascenso del
gran profeta como signo de su elección, de su amistad íntima con Dios, quien le
había facultado para hacer grandes signos y milagros. Su ascensión es la
vezconfirmación de su fidelidad a Dios, y del premio inmenso que Éste le
concede. En tal espejo debemos contemplar la Ascensión del Señor. Los Padres
interpretan ese itinerario de Elías como una prefiguración del camino de
Cristo: Elías atravesó el desierto como
signo del paso a través de la muerte. Dividió el Jordán como signo del bautismo
y de la vida nueva. Elías anuncia la muerte, la vida nueva (bautismal) y la
ascensión. Pero él necesitó la ayuda de un carro de fuego para subir. El Señor
Jesús, en cambio, no fue ayudado por nadie, sino acompañado por los ángeles,
que luego hablan a sus discípulos (Pedro Crisólogo, Homilias )
ASCENSIÓN COMO MISTERIO DE GLORIFICACIÓN: LA HERENCIA DE LA DIVINIDAD. El texto de Efesios 1, 17-23 nos da
una clave importante: El Dios de Cristo
os conceda espíritu de sabiduría que ilumine los ojos de vuestro corazón para
que conozcáis cuál es la esperanza de su
llamada: … Su poderosa virtud, que ejerció resucitando a Cristo de entre los
muertos, y sentándolo por encima de toda
potestad, autoridad y señorio..La Ascensión no es un simple “subir” como el
de Elías. Tiene un sentido de triunfo y glorificación divinal. Es un superar,
un precioso “prevalecer” sobre todo. Un prevalecer sobre los poderes que están sobre el hombre: la
muerte, el poder del mal, y ciertas potencias cósmicas cuya naturaleza no está
clara, pero que bien podrían ser el tiempo, el espacio, la materia, la
caducidad… El Señor domina, señorea sobre todo Todos los elementos sirven al Señor. Ya no le lleva un carro de fuego,
sino una nube, símbolo del poder divino (Juan Crisóstomo, Homilías sobre
los Hechos de los Apóstoles)
“NUESTRO” PREMIO, “NUESTRA” HERENCIA DE LA DIVINIDAD: En el texto de Efesios que hemos comentado, Pablo pide a Dios que nos conceda sabiduría para comprender, que nuestros ojos se iluminen: El prevalecer de Jesús, será también nuestro propio prevalecer. Ese premio de fidelidad, esa herencia divina no sólo la recibe Jesús. Todo lo que ocurre en la Ascensión, “desborda” sobre nosotros que somos los suyos, los amigos íntimos del Señor. La Ascensión se desborda, y felizmente nos incluye, nos incorpora. También es para cada uno de nosotros el Hogar Definitivo del que Nuestro Padre es Anfitrión. Dios nos hace partícipes de todos sus santos misterios. Él es nuestra fuerza, Signo de toda luz y belleza que nos está destinada.
PARA NOSOTROS ES EL
PREMIO Y LA HERENCIA, PARA NOSOTROS ES LA MISIÓN DE JESÚS.
Se me ha dado todo
poder… Id, haced discípulos, y enseñad a guardar todo lo que os he enseñado.. Y
sabed que estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mateo 28, 16-20).
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